De vegades et sembla que massa coses volen al teu voltant, massa coses giren sense parar, coses que tenen vida pròpia i que sembla que mai moriran. I un bon dia et despertes i somrius, somrius perquè veus que res de tot això era real, que tot havia estat un malson i que pots continuar el teu camí sense haver d’esquivar fantasmes imaginaris que només existeixen dins el teu cap. És aleshores -quan entens que el problema eres tu, només tu, i no el que girava sense parar al teu voltant- que comences a entendre una petita part de la teva realitat. Una realitat que sempre se t’escaparà encara que sigui la teva pròpia existència, una realitat que sempre anirà davant de les teves pròpies passes i que, de tant en tant, t’enviarà uns quants fantasmes que giraran al teu voltant sense parar i que hauràs d’aprendre a esquivar perquè, en realitat, només són fruit de la teva pròpia imaginació desenfrenada.
Blog creat encara no sé ben bé perquè... L'únic que puc dir de moment és que el kirsch és un licor que s'obté a partir de la destil·lació del suc fermentat de les cireres. En un futur, i amb una mica de sort, potser entendrem on ens porten aquests núvols estranys que ens envolten!
29 marzo, 2009
19 marzo, 2009
La primavera
Perquè la gent es planteja iniciar els seus bons propòsits el dia d’any nou? Que comenci un nou any no vol dir que sigui el moment ideal, al menys per a mi, per començar a fer coses que portem pensant durant setmanes i que sempre hem posposat per una raó o una altra. Deixar de fumar, anar al gimnàs i fer més exercici... en fi, canviar tot allò que trobem de negatiu en la nostra vida.
Per a mi aquest canvi comença ara, a la primavera, quan els arbres surten de la seva llarga hibernació i les flors comencen a treure el cap. Però no només són els arbres els que es desperten, les persones també ho fan. Després de llargs mesos de fred, vent i pluja comença el bon temps i la nostra actitud cap a la vida canvia. La majoria de persones troba l’alegria que havia perdut en algun dia gris del mes de desembre i comencen a somriure, a enamorar-se, a gaudir del plaer de viure pel simple fet d’estar aquí i poder respirar sota aquest sol que ha fet que ens puguem despertar. Si encara no ho heu notat no passa res, pareu un moment i observeu al vostre voltant, segur que després d’una estona ho veieu, i si seguiu sense veure-ho tampoc no passa res, és qüestió d’insistir!
És per això que avui comencen els meus bons propòsits, si senyor! Però m’agradaria ser realista i em limitaré només a un: deixar de fumar... Així que ara mateix llençaré els paquets de tabac, els encenedors i els cendrers i només guardaré un paquet de tabac per tenir-lo ben a la vista, per tenir present que vull deixar de fumar perquè és dolent i no perquè no tinc què fumar.
D’aquesta manera comença el dia 1!!!
Per a mi aquest canvi comença ara, a la primavera, quan els arbres surten de la seva llarga hibernació i les flors comencen a treure el cap. Però no només són els arbres els que es desperten, les persones també ho fan. Després de llargs mesos de fred, vent i pluja comença el bon temps i la nostra actitud cap a la vida canvia. La majoria de persones troba l’alegria que havia perdut en algun dia gris del mes de desembre i comencen a somriure, a enamorar-se, a gaudir del plaer de viure pel simple fet d’estar aquí i poder respirar sota aquest sol que ha fet que ens puguem despertar. Si encara no ho heu notat no passa res, pareu un moment i observeu al vostre voltant, segur que després d’una estona ho veieu, i si seguiu sense veure-ho tampoc no passa res, és qüestió d’insistir!
És per això que avui comencen els meus bons propòsits, si senyor! Però m’agradaria ser realista i em limitaré només a un: deixar de fumar... Així que ara mateix llençaré els paquets de tabac, els encenedors i els cendrers i només guardaré un paquet de tabac per tenir-lo ben a la vista, per tenir present que vull deixar de fumar perquè és dolent i no perquè no tinc què fumar.
D’aquesta manera comença el dia 1!!!
13 marzo, 2009
Capítulo 1: El senyor Miguel
A sus 45 años su rostro ya había sido invadido por las arrugas. Las había de todas clases. En la frente y entre las cejas se podía observar a unas cuantas de ellas muy profundas y paralelas, alrededor de sus ojos negros y de sus labios las marcas del envejecimiento del cutis eran pequeñas y poco marcadas, aunque no pasaban desapercibidas, e iban en la dirección en la que su manera de sonreír había determinado. Para poder observar más minuciosamente el paso del tiempo en su rostro había que acercarse demasiado, por lo que su esposa, la señora Clara, era la única que podía saber con precisión los cambios que, uno tras otro, se iban produciendo.
A sus 55 años su piel ya había empezado a perder la elasticidad. El primer signo incuestionable de que esto estaba sucediendo se dio entre la barbilla y el cuello, lugar en el que la piel cedió a la gravedad terrestre. Pero la falta de amoldamiento de su corteza humana no se limitó solo a ésta zona de su cuerpo. Sus brazos parecían estar consumiéndose desde dentro, igual que sus piernas, haciendo que el traje natural del señor Miguel fuera demasiado grande para su cuerpo interior, como si el adhesivo natural que une la piel al músculo se debilitara, como si la atracción molecular entre los distintos elementos desapareciera de un modo casi imperceptible pero evidente. Aparte de la falta de elasticidad su pellejo se fue suavizando, como las mejillas de un recién nacido, haciéndose cada vez más fino y emblanquecido año tras año.
A sus 60 años su cabello ya era de un blanco intenso. Hacía tiempo que éste había perdido su color natural, y aunque tampoco ocurrió de un día para otro, el proceso fue rápido, como si hubiera envejecido de golpe. En cuestión de meses ese negro azabache que siempre lo había caracterizado empezó a volverse gris, comenzando por la nuca y avanzando, poco a poco y día tras día, hasta llegar a las cejas. Éste fue el primer síntoma evidente, para él y para todos aquellos que lo rodeaban, de que ya se estaba haciendo mayor, hasta que llegó el segundo síntoma manifiesto y que acabó de identificar al señor Miguel como una persona de la tercera edad.
A sus 70 años sus huesos y sus músculos habían empezado a debilitarse notablemente. El señor Miguel ya no podía salir a pasear durante horas por el pueblo o por el bosque sin la ayuda de su bastón. Sus piernas ya no aguantaban su peso durante mucho rato, se cansaba y hasta le faltaba el aliento, su respiración era ronca y a veces necesitaba oxígeno embotellado, y si esto le hubiera ocurrido en mitad de uno de sus paseos no habría habido nadie para socorrerle. Así que tuvo que acortar de manera considerable sus caminatas y también tuvo que evitar quedarse solo, ya fuera por el bosque, por el pueblo e incluso por su casa. Los músculos del señor Miguel se debilitaban día tras día, semana tras semana, mes tras mes. Llegó un momento en el que hasta se cansaba al hablar, al respirar, al tragar, al pestañear…
A sus 80 años sus ojos y sus oídos dejaron de cumplir con su función. Su mujer, aunque fuera diez años más joven que él, no podía ayudarle, sus huesos y sus músculos habían empezado a debilitarse considerablemente, y su marido necesitaba a una persona joven y fuerte las veinticuatro horas del día para comer, asearse, hacer un poco de ejercicio, etc.
El señor Miguel, aunque era el testigo más directo de esta transformación, no quiso aceptarla. No soportaba la idea de que su vida ya llegaba a su fin, que ya estaba en la recta final y que cada día que pasaba era un día regalado, un día de propina en su vida. Esto le agrió el carácter, ya no sonreía, hacía mucho tiempo que lo único que hacía era gruñir a quien se le acercara, hasta el día en que conoció a Estrella. Aquella tarde de verano algo dentro del señor Miguel empezó a cambiar para siempre.
A sus 55 años su piel ya había empezado a perder la elasticidad. El primer signo incuestionable de que esto estaba sucediendo se dio entre la barbilla y el cuello, lugar en el que la piel cedió a la gravedad terrestre. Pero la falta de amoldamiento de su corteza humana no se limitó solo a ésta zona de su cuerpo. Sus brazos parecían estar consumiéndose desde dentro, igual que sus piernas, haciendo que el traje natural del señor Miguel fuera demasiado grande para su cuerpo interior, como si el adhesivo natural que une la piel al músculo se debilitara, como si la atracción molecular entre los distintos elementos desapareciera de un modo casi imperceptible pero evidente. Aparte de la falta de elasticidad su pellejo se fue suavizando, como las mejillas de un recién nacido, haciéndose cada vez más fino y emblanquecido año tras año.
A sus 60 años su cabello ya era de un blanco intenso. Hacía tiempo que éste había perdido su color natural, y aunque tampoco ocurrió de un día para otro, el proceso fue rápido, como si hubiera envejecido de golpe. En cuestión de meses ese negro azabache que siempre lo había caracterizado empezó a volverse gris, comenzando por la nuca y avanzando, poco a poco y día tras día, hasta llegar a las cejas. Éste fue el primer síntoma evidente, para él y para todos aquellos que lo rodeaban, de que ya se estaba haciendo mayor, hasta que llegó el segundo síntoma manifiesto y que acabó de identificar al señor Miguel como una persona de la tercera edad.
A sus 70 años sus huesos y sus músculos habían empezado a debilitarse notablemente. El señor Miguel ya no podía salir a pasear durante horas por el pueblo o por el bosque sin la ayuda de su bastón. Sus piernas ya no aguantaban su peso durante mucho rato, se cansaba y hasta le faltaba el aliento, su respiración era ronca y a veces necesitaba oxígeno embotellado, y si esto le hubiera ocurrido en mitad de uno de sus paseos no habría habido nadie para socorrerle. Así que tuvo que acortar de manera considerable sus caminatas y también tuvo que evitar quedarse solo, ya fuera por el bosque, por el pueblo e incluso por su casa. Los músculos del señor Miguel se debilitaban día tras día, semana tras semana, mes tras mes. Llegó un momento en el que hasta se cansaba al hablar, al respirar, al tragar, al pestañear…
A sus 80 años sus ojos y sus oídos dejaron de cumplir con su función. Su mujer, aunque fuera diez años más joven que él, no podía ayudarle, sus huesos y sus músculos habían empezado a debilitarse considerablemente, y su marido necesitaba a una persona joven y fuerte las veinticuatro horas del día para comer, asearse, hacer un poco de ejercicio, etc.
El señor Miguel, aunque era el testigo más directo de esta transformación, no quiso aceptarla. No soportaba la idea de que su vida ya llegaba a su fin, que ya estaba en la recta final y que cada día que pasaba era un día regalado, un día de propina en su vida. Esto le agrió el carácter, ya no sonreía, hacía mucho tiempo que lo único que hacía era gruñir a quien se le acercara, hasta el día en que conoció a Estrella. Aquella tarde de verano algo dentro del señor Miguel empezó a cambiar para siempre.
06 marzo, 2009
Trucada mortal?
Els rajos de sol del mes d’agost queien amb força sobre el poblet que s’amagava del bullici de la ciutat de Girona. Un home de mitjana edat estava estirat a l'hamaca de la piscina, rodejat pels rosers i de les flors que havien crescut sense que ningú les esperés. Les vespes voleiaven al seu voltant, atrafegades recollint aigua de la piscina, fins que una d’elles es va equivocar i va clavar el seu agulló a la cama dreta de l’humà. Aquest es va aixecar d’un sol bot, matant l’insecte volador.
Un cop comès l’insecticidi l’home va seure en una de les cadires de plàstic que hi havia per allà. Va respirar profundament l’aire del camp, que venia amb una lleuger toc de fem, i es va quedar mirant la serralada de muntanyes que rodejaven aquella zona del país, semblava que l’estiguessin protegint d’algun perill. Aquest pressentiment el va fer pensar en la Clara. “Ja deu haver arribat de París, es va dir, la trucaré avia’m si ja és a casa”.
I, efectivament, quan va sentir que el telèfon començava a sonar la Clara acabava d’arribar al replà de l’apartament del carrer Balmes. Anava amb les mans ocupades de bosses y maletes. Va intentar combinar l’equilibrisme amb la rapidesa que es necessita per poder trobar les claus, obrir la porta i arribar a despenjar el telèfon a temps. Però l’equipatge va guanyar la batalla i la Clara va caure picant amb el cap contra la porta blindada del veí. Alguna de les bosses van caure escales avall, repartint tot el que hi duia entre el segon i el tercer pis. Roba interior, samarretes, sabates, papers, maquillatge, regals... tot va quedar repartit entre aquests dos pisos, i la Clara va veure l’escena des de l’alfombreta del “tot a cent” del veí mentre es palpava el bony que li creixia amb decisió al costat esquerra del seu cap. El telèfon havia deixat de sonar.
Un cop li va haver passat l'estaborniment, la Clara va obrir la porta de l’apartament amb calma i va baixar a recollir tot el que havia caigut un parell de pisos més avall. I mentre realitzava aquesta feina de recuperació de les seves pertinences va sentir que el telèfon tornava a sonar. Va pujar corrent per agafar l’auricular, però sense voler va trepitjar uns papers que s’havien escapat d’una de les carpetes d’una de les bosses que havien rodolat escales avall. Va relliscar, i aquesta vegada el cop va ser a la cama. El dolor va fer que les llàgrimes saltessin dels seus ulls sense control. Agafant-se la cama amb les dues mans i intentant controlar aquell dolor tant intens, va sentir com el telèfon deixava de sonar.
Quan va ser capaç de posar-se dreta va pujar amb molta cautela fins el seu apartament, va anar directa cap el telèfon i va despenjar l’auricular.
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