21 octubre, 2010

La astucia del vacío, por Jesús Aguado

El dilluns passat vaig entrar a La Central del carrer Mallorca. No tenia intenció de comprar cap llibre, però tafanejant per allà al mig vaig arribar a un llibre que va acabar acaparant tota la meva atenció. Coberta negra i brillant, el títol en vermell i just a sota les primeres frases amb que comença el llibre: 


"Mañana corta mi cabeza y tírasela por el balcón a las ratas. Verás cómo mastican mis ojos, cómo arrancan a dentelladas mi lengua, cómo se abren paso a través de mis fosas nasales y se disputan a mordiscos mis sesos. Su bullir laborioso y desordenado (...)"

El vaig agafar entre les meves mans i no vaig poder reprimir les ganes de veure com acabava el paràgraf:

"(...) atraerá a los chuchos, a los monos, a los buitres que sobrevuelan las orillas del Ganges, a cientos de insectos y de ranas. Entre todos no dejarán nada de mi cabeza. Cuando lo comprendas, vuelve a entrar en la habitación y ámame: sólo entonces podré corresponderte."

Guau, vaig pensar. En qualsevol pàgina que començava a llegir trobava alguna cosa que m'agradava, que m'atrapava i que feia que les meves mans no poguessin deixar anar aquest llibre que ara està a sobre del meu escriptori. El llibre està format per quaderns que el seu autor va anar omplint al llarg de vint anys a la ciutat de Benarés; uns cuaderns que han anat acumulant pensaments, aforismes, reflexions, contes, somnis,... Tot junt, tot barrejat, però tot amb la seva lògica. Una lògica que ara em tocarà descobrir.

13 octubre, 2010

GAME OVER (primera parte)

Encounter, por Escher

  Después de lo que a ella le había parecido un plácido descanso, abrió los ojos sobresaltada. "GAME OVER"... "GAME OVER"... Se había despertado justo después de leer estas palabras en su sueño. Era extraño... ¿qué era lo que se había acabado? Se estiró boca arriba en la cama y volvió a cerrar los ojos con la esperanza de intentar recordar lo que su mente intentaba decirle; empezó por el final. "GAME OVER"... Estas palabras no la abandonaban, ahora sólo faltaba el resto, y las imágenes no tardaron en llegar. Al principio todo se mezclaba, visiones borrosas y confusas y sin ningún orden o sentido aparente se le presentaban ante sus párpados cerrados; hasta que empezaron a cobrar la secuencia adecuada.

     Todo empezaba en un bosque en el que animales inofensivos corrían por entre las pequeñas flores blancas, amarillas y azules del subsuelo. Ella recordaba ahora esta escena claramente, una imagen que transmitía paz, aunque no pudiera llegar a ver el cielo por culpa del espeso follaje; también recordaba caminar por entre los árboles, absorta en los animales y la vegetación. Hasta que se encontró con una gran puerta de madera y hierro. Esta puerta, sin que fuera abierta en ningún momento, la engulló sin previo aviso, la atrajo sin remedio al interior de la montaña que se levantaba en medio de aquel bosque; ahora la situación era bien distinta... La paz, la luz y la tranquilidad se esfumaron de un plumazo y la vuelta atrás no era posible, esa puerta solamente era de entrada. Ahora, estirada sobre la cama, podía recordar esos momentos de estupefacción, ¿y ahora qué? se preguntaba dentro del túnel en el que La Puerta la había metido; y de repente una voz empezó a dictarle las reglas del juego.

  "Tienes que atravesar el laberinto sin que ellos te atrapen". Y al oír la palabra ellos pudo sentir a esos seres horribles de los que debía escapar, unos seres incorpóreos y maléficos que no dudarían en aprovechar cualquier oportunidad para atraparla, y si eso ocurría no iban a tener piedad de ella. Estas eran las únicas condiciones: ser capaz de salir de aquel supuesto laberinto y no dejar que la atrapasen... En ese momento no se lo tomó demasiado en serio y empezó a andar por aquel túnel que, a cada paso que daba, se iba estrechando más y más hasta llegar a la "Habitación Infinita". 

  "Una de las figuras es la salida -dijo la voz que dictaba las reglas- encuéntrala. Si puedes." Miró a su alrededor. La habitación era una habitación, si, pero al mismo tiempo no lo era. Intentó dar una descripción lógica a lo que allí dentro había, pero como a menudo ocurre en los sueños, esto fue imposible. Realmente no tenía sentido, aunque a la vez sí que lo tenía porque -aunque solamente existiera en su mente- había estado en ella y había logrado salir con relativa facilidad. Las paredes, o el fondo, o lo que fuera era blanco, y dentro -o fuera- de este blanco infinidad de figuras se movían y fluctuaban libremente. Las había de todos los colores -el único atributo en ellas inmutable- y a cada milímetro que se movían su forma cambiaba, se adaptaba al nuevo lugar que ocupaban en el espacio. Ahora recordaba claramente esos momentos, había sido realmente hermoso... todos esos colores, esas formas, y ella flotando entre ellas, sintiéndolas cerca y lejos a la vez; hasta que de repente, sin saber porqué, supo que había encontrado la salida. Y como si hubiese estado ya antes en aquella sala se dirigió derecha a la única figura estática que existía en medio de aquella infinidad, la figura roja del fondo, la única adherida a una pared de "verdad", la que le permitió salir y seguir avanzando.

  A partir de este punto las imágenes se volvieron borrosas y confusas de nuevo. Se recostó de lado en la cama y cerró los ojos con más fuerza. ¿Qué venía después? Y aunque sabía que en su sueño las salas que había recorrido aquella noche eran numerosas, tan sólo pudo recordar las dos ultimas estancias. Si bien ahora que estaba despierta no las podía recordar todas, una cosa la tenia clara: la luz iba menguando a medida que iba avanzando.

  La segunda habitación que su memoria logró recuperar parecía una mazmorra fría, sucia y húmeda, como las de los castillos medievales. Una tenue luz permitía ver las paredes de piedra recubiertas de telarañas centenarias que generaciones y generaciones de arañas habían tejido en aquel lugar. En el aire, flotando, una multitud de llaves de todos los tamaños transitaban con tranquilidad unas encima de las otras, y tan sólo cuando ella empezó a entender que debía encontrar una única llave que le permitiría avanzar hasta el final, esos malditos objetos metálicos no empezaron a moverse con más furia. Ella recordaba el desconcierto con el que las miraba, a la vez que maldecía a la voz que le había estado indicando en cada nuevo reto y que ahora parecía haberla abandonado; por fortuna, aún así, sabía lo que debía hacer, y el ajetreo que ahora se levantaba a su alrededor se lo confirmaba. Intentó encontrar alguna llave que fuera distinta de las demás, alguna que tuviera alguna cosa que le indicara que era aquella la que debía llevarse consigo y no cualquier otra, pero todas, aunque de distinto tamaño, eran iguales, ninguna tenía nada de especial. Avanzó entre ellas, mirando en todas direcciones, recorriendo todos los recovecos. De repente lo comprendió todo; no tenía que buscar una llave voladora, lo que tenía que buscar era una llave, una simple llave, la llave que ahora mismo tenía delante de sus narices y que la esperaba tranquilamente reposando encima de un pequeño montón de piedras. Fue hacia ella, la cogió y se la metió en el bolsillo justo en el momento en el que las llaves voladoras empezaron a moverse con con mucha más violencia, chocando unas con otras sin ningún sentido aparente. Ella avanzaba pegada a la pared, intentando llegar al agujero por el que había entrado y sin poder dejar de mirar aquel espectáculo que tenía lugar a tan sólo unos centímetros de su cabeza, cuando sintió la presencia de esos seres que la perseguían y de los que hasta ese momento se había olvidado por completo. Sintió una punzada en su estómago. Tenía que darse prisa. Estaban cerca.

  Pero esa punzada en el estómago no fue nada comparado con lo que sintió en la última sala. La oscuridad reinaba en ese lugar, y la intuición que había sustituido a la voz que le daba instrucciones al principio, le dijo que se encontraba en un laberinto. Aquí la desesperación y desamparo empezaron a apoderarse de ella y su instinto también pareció abandonarla. Un laberinto dentro de un laberinto, y encima no había luz que le pudiera facilitar las cosas... Avanzó un paso, dos, sus perseguidores estaban cerca, dio otro paso pero al cuarto dudó y se echó para atrás, justo en el momento en que se dejaba atrapar, justo en el momento en que las palabras con las que se había despertado volvían a aparecer y cobraban sentido. "GAME OVER". El juego se había terminado, de momento, había perdido, sólo de momento...