12 enero, 2010

Cuarta parte: el alma y el cuerpo


"Entró a vestirse. Estaba ante un gran espejo.
No, en su cuerpo no había nada monstruoso. No tenía bolsas colgantes bajo los hombros, sino unos pechos bastante pequeños. La madre se reía de ella porque no eran debidamente grandes, de modo que tenía complejos, de los que no se libró hasta conocer a Tomás. Pero, aunque hoy era capaz de aceptar su tamaño, le molestaban los grandes círculos demasiado oscuros que rodeaban los pezones. Si hubiera podido diseñar su propio cuerpo, tendría unos pezones poco llamativos, tiernos, que apenas atravesaran la cúpula de los pechos y que por su color apenas se diferenciaran del resto de la piel. aquella gran diana de color rojo intenso le daba la impresión de haber sido pintada por un pintor de pueblo con la pretensión de hacer arte erótico para los pobres.
Se miraba e imaginaba qué sucedería si su nariz aumentase un milímetro diario. ¿Cuántos días tardaría en cara en no parecerse a sí misma?
Y si las distintas partes de su cuerpo empezasen a aumentar y disminuir de tamaño hasta que Teresa dejase por completo de parecerse a sí misma, ¿seguiría siendo ella misma, seguiría siendo Teresa?
Claro. Aunque Teresa no se pareciese en nada a Teresa, su alma, dentro, seguiría siendo la misma y lo único que ocurriría es que observaría con asombro lo que le pasaba al cuerpo.
Pero entonces ¿qué relación hay entre Teresa y su cuerpo? ¿Tiene su cuerpo algún derecho al nombre de Teresa? Y si no tiene derecho, ¿A qué se refiere el nombre? ¿Sólo a algo incorpóreo, inmaterial?
(Estas son las preguntas que le dan vueltas en la cabeza a Teresa desde la infancia. Y es que las preguntas verdaderamente serias son aquéllas que pueden ser formuladas hasta por un niño. Sólo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre.)
Teresa está ante el espejo como hechizada y mira su cuerpo como si fuera ajeno; ajeno y sin embargo adjudicado precisamente a ella. Aquel cuerpo no tenía fuerzas suficientes como para ser el único cuerpo en la vida de Tomás. Aquél cuerpo la había decepcionado y traicionado. ¡Hoy tuvo que estar toda la noche oliendo en su pelo el perfume del sexo de una mujer extraña!
De pronto tiene ganas de despedir a ese cuerpo como a una criada. ¡Permanecer junto a Tomás sólo como alma y que el cuerpo saliera a recorrer el mundo para comportarse allí tal como otros cuerpos femeninos se comportan con los cuerpos masculinos! Si su cuerpo no es capaz de convertirse en el único cuerpo para Tomás y si ha perdido la batalla más importante de su vida, ¡que se vaya!"

La insoportable levedad del ser, Milan Kundera.